“El plácido amanecer de hoy presagiaba clamor. Pués un silencio tal no puede durar más que un suspiro.
Ante los páramos recortados de abetos, inyectaban en sangre sus ojos rabiosos un destacamento de matagigantes de crin cobriza. Los barbas largas trenzaban sus canas pues las armas las traian ya afiladas de las rocosas montañas donde cavaron su hogar. Tal vez su última víctoria y la noticia de que su rival había recibido una derrota atroz decantó el vaticinio de las runas y silenció las advertencias sus barbudas hembras que esperarán sin recompensa que regrese su varón.
Ante los páramos recortados de abetos, inyectaban en sangre sus ojos rabiosos un destacamento de matagigantes de crin cobriza. Los barbas largas trenzaban sus canas pues las armas las traian ya afiladas de las rocosas montañas donde cavaron su hogar. Tal vez su última víctoria y la noticia de que su rival había recibido una derrota atroz decantó el vaticinio de las runas y silenció las advertencias sus barbudas hembras que esperarán sin recompensa que regrese su varón.
Suerte contraria la de los disciplinados destacamentos imperiales. Felicitan sus generales a sus comandantes, y estos a su vez alaban hasta el último de sus soldados. Hoy los funerales en el campo de batalla no tendrán más duelo que el merecido para esos mártires cuya sangre alimentó la furia con que aplastaron al enemigo.”
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